Me gusta Bryce, no lo puedo evitar. Me gusta tanto que hasta he leído sus (anti)memorias, género que no suelo frecuentar, seguramente porque, como para la literatura de viajes, aún soy demasiado joven, creo.
Tengo que decir que estas memorias (tanto el anterior "Permiso para vivir (antimemorias)" como este nuevo volumen) me han parecido estimulantes, porque no son tal como yo las esperaba, un repaso cronológico de su vida, sino algo sutilmente diferente. Por un lado son breves fragmentos de su vida "por orden de azar", como él dice. Por otro lado en antimemorias I revisita su relación con Cuba, bastante de amor-odio y en estas antimemorias II habla de sus regresos a su patria, el Perú y de la percepción que tiene del país después de tantos años en Europa. No conozco la situación de su país lo suficiente como para juzgar la verosimilitud de lo que cuenta pero, para un completo ignorante como yo de esa realidad, da al menos una idea. Explícitamente subjetiva, eso si...
Empezaré con lo que ha gustado menos de este volumen. Y es, seguramente, donde Bryce es más sincero. Es ese regustillo de clasismo y elitismo, que en estos escritos también atribuye al Perú y que, más disimuladamente, se cuelan en algunas de sus obras. Es, como decirlo, una admiración por la aristocracia, la clase alta con su gusto refinado y detodalavida, en contraposición, sobre todo, con el nuevoriquismo zafio, pero también con el resto de clases por eliminación. Aunque en este volumen se moja mucho más en política (y en casi todas las otras cosas...) que su mítico mediotintismo de un "tiempo en cada equipo", visualiza la descomposición social del Perú en clases sociales ultradepauperadas, aunque, a su juicio, tampoco a las más altas les ha ido mejor... Una dosis de pesimismo realista.
Tampoco me he sentido muy cómodo al leer retratos no muy favorecedores de gente que no conozco, en este caso sobre todo familiares del autor, aunque esto debe ser más por mi poca experiencia leyendo memorias que por lo excepcional del hecho...
Sin embargo todas estas incomodidades no ocultan las partes muy disfrutables. Para mi el modo de escribir de Bryce es tan personal como emocionante, tan subordinado y yuxtapuesto como directo a la emoción del lector. Es un genio apelando (aunque lo niegue) a la nostalgia, a esa triste felicidad del recuerdo, de lo perdido y reencontrado, a la amistad como refugio de la vida y al amor como centro de las pasiones.
Y a la literatura, claro. Las memorias están tan llenas de literatura como de vida sus novelas y cuentos. Es curioso ver cuanto se parecen las historias que cuenta en estas (anti)memorias (ya sea en los escenarios, los personajes o las historias mismas) a lo que cuenta en La vida exagerada de Martín Romaña, Un mundo para Julius o El huerto de mi amada. Además Bryce no sería Bryce si no fuese capaz de cambiar de tema para volver (o no) a donde estaba. O de anuciar lo que viene mejor que cuando lo cuenta, esas magníficas digresiones. Ah, bueno y el humor, ese humor melancólico y autocompasivo en el que no es posible no verse reflejado.
Si alguien pasa por aquí y tiene curiosidad por leer algo de Alfredo Bryce Echenique yo siempre recomendaría La vida exagerada de Martín Romaña, una fantástica, triste y desternillante historia de amor perdido. Si, todo eso en la misma novela... para no perdérselo.
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2 comentarios:
Leí el "Permiso para vivir". Totalmente de acuerdo contigo.
Pero bueno si Bryce no fuese Bryce sería Briceño... jijijiji
En un tiempito me leo también este.
Besos y gracias por las recomendaciones
Hola NuNú, gracias por tu comentario.
Permiso para sentir va muy en la línea de su antecesor, aunque se le ve más mayor y quizás más sincero o más ácido o menos melancólico. No sé, sutilmente distinto. Para mí unas memorias mucho más interesantes de lo que se podría esperar :)
Saludos.
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