Pues, en contra lo que se puede pensar, no llegué a esta novela a través de su adaptación al cine, Lo que queda del día (1993), que dejo en la lista de pendientes de ver, sino porque previamente había leído Nunca me abandones, del mismo autor, y me había sorprendido muchísimo.
Debo decir que el escenario en el que se mueven ambas es muy distinto: de la Inglaterra de los años treinta a una Inglaterra en un futuro próximo distópico. Sin embargo es común a las dos el modo con que Ishiguro hace hablar a los narradores para contar más de lo que aparentemente cuentan, el modo en que el narrador da por supuesto cosas que el lector va descubriendo paso a paso, a cada página. Esto es lo que más he disfrutado de ambas...
Aunque en este sentido (y en alguno más) Nunca me abandones es mejor. En los Restos del día el narrador, Stevens, un mayordomo que aspira ser lo mejor y lo más digno de su profesión, deja traslucir aspectos de las cosas que no cuenta en los diálogos con otras personas. Si realmente Stevens escribiese esos diálogos probablemente los reescribiría en otros términos.
Ahora voy a contar detalles de la trama, así que, si no quieres saber más, no sigas leyendo :)
Porque Stevens es un personaje atrapado en su papel, aspira a ser un buen mayordomo a la busca de lo que él entiende por dignidad que es una cosa bastante curiosa... por un lado consiste en que se le note lo mínimo posible y hacer que todo sea perfecto para la gente a la que sirve, pero en un momento, cerca del final del libro llega a definirlo como no desnudarse nunca, o sea, estar siempre en su personaje, sin permitirse ser él mismo en ningún momento. Y realmente, por que cuenta, efectivamente lo consigue, pero al precio de despojarse absolutamente de vida personal e ideas propias.
Es precisamente por esa autoimpuesta falta de libertad por lo que el libro es más interesante, porque va de menos a más conforme vamos deduciendo lo que no nos cuenta, que por supuesto es más jugoso: su relación con su nuevo patrón, Míster Farraday, con el anterior Lord Darlington y con Miss Kenton, una antigua ama de llaves.
La relación con Míster Farraday es secundaria en la historia, pero muy curiosa. Revela el poco humor y la poca espontaneidad de Stevens de la que su patrón espera un poco más y tiene su punto gracioso verle esforzándose por mejorar.
Con Lord Darlington la relación es de completa confianza y sumisión. Las aspiraciones profesionales del mayordomo son estar cerca de donde se toman las decisiones y hacer lo que está en su mano para que todo vaya bien. Pero aparte de eso no juzga en ningún momento la actitud de Lord Darlington aún cuando se va viendo poco a poco, y esto está muy bien logrado, como en la época previa a la segunda guerra mundial tenía un gran simpatía por la Alemania Nazi e incluso pasa alguna fase antisemita. Además de esa simpatía trata de influir en la política exterior de su país para mejorar las relaciones entre los dos países. En todo ese tiempo, el del esplendor profesional de Stevens, no se le oye ninguna censura a las actitudes de su señor y sólo al final del libro es capaz de hacer algún comentario en otro sentido.
Por otro lado su trabajo y su papel le tienen tan absorbido que no es capaz de medir la relevancia de su relación con Miss Kenton, el ama de llaves de la época de Lord Darlington, en la que es claro que a pesar de lo que va diciendo a lo largo del libro tiene intereses más allá de lo laboral y además , según se explicita al final, es recíproco, aunque es algo que se va sospechando...
La estructura temporal está muy lograda. Comienza a contar el viaje que va a hacer para convencer a Miss Kenton para volver a Darlington Hall y se va sumiendo en diversos flashbacks en los que nos cuenta el grueso de la historia. Pero es al final conforme se va acercando el momento de ver a Miss Kenton y después de verla cuando más sincero y emotivo es Stevens, pero siempre, por supuesto, a través de los diálogos que nos transcribe, nunca saliéndose de su papel.
El final del libro es de algún modo agridulce. Tiene la tristeza de las ocasiones perdidas pero también un pequeño toque de optimismo Carpe Diem: aún se puede tratar de disfutar de lo que queda del día.
jueves, enero 24, 2008
"Los restos del día" de Kazuo Ishiguro
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3 comentarios:
imposible no ir a por el despues de leerte.Gracias
Bueno, quizás haya que tener cuidado con las expectativas demasiado grandes, pero vamos, a mi me encantó. Espero que a ti también :)
Gracias por pasarte por aquí.
Un saludo.
Grande, grande, grande esta novela. Su elegancia es digna del siglo XIX, y su argumento cautiva por lo sutil y original. Arrebatadora.
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